La Economía al Servicio del Bienestar: ¿Hemos Aprendido de la Crisis de 2001?

 La Economía al Servicio del Bienestar: ¿Hemos Aprendido de la Crisis de 2001?


Luego de la crisis del año 2001, una opinión compartida por muchos argentinos era que el Ministro de Economía no debía tener tanto protagonismo. Salíamos de una década donde el principal actor había sido Domingo Felipe Cavallo, quien desempeñó esa tarea durante una década. 



Esa idea refleja el pensamiento de que la economía debe estar subordinada a la política. Es ésta quien debe crear las realidades y no al revés. Hoy estamos transitando una situación muy similar a aquella que queríamos dejar atrás. No es casual que quienes descreen de la democracia apelen una y otra vez a la economía como la solución mágica a todos los problemas existentes en la sociedad como sucede ahora mismo e inviertan los roles de cada una de ellas.


La economía, en su esencia, debería ser una herramienta al servicio del bienestar humano y del equilibrio con la naturaleza. Sin embargo, cuando se desvía de este propósito, pierde su sentido más profundo. Si las políticas económicas no se enfocan en satisfacer las necesidades básicas y aspiraciones de las personas, permitiéndoles alcanzar su felicidad plena en armonía con el medio ambiente, entonces están fallando en su misión fundamental.


Es particularmente injusto que los esfuerzos mayores para equilibrar las cuentas públicas recaigan sobre quienes no han generado los desequilibrios. Esta situación plantea una clara inequidad: quienes menos contribuyeron a los problemas económicos son los que más sufren las consecuencias y deben asumir el peso de las soluciones. Este enfoque no solo es éticamente cuestionable, sino también socialmente insostenible, ya que genera resentimiento y descontento en la población.


El beneficio a corto plazo para estas personas es, a menudo, mínimo o inexistente. En lugar de ver mejoras tangibles en su calidad de vida, se enfrentan a más sacrificios y restricciones. Para que las políticas económicas sean justas y efectivas, deben enfocarse en una distribución equitativa de los esfuerzos y en la creación de beneficios inmediatos y tangibles para todos, especialmente para los más vulnerables. Solo así la economía podrá ser un verdadero motor de progreso y bienestar para la sociedad en su conjunto.


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