La libertad de San Martín o la libertad de Milei

 

La libertad de San Martín o la libertad de Milei (*)




No todas las Libertades son iguales, ni se usan para significar lo mismo, hay libertades más pequeñas, más simples, más “terrenales” y otras más profundas, más amplias, más humanas. 

La Revolución de Mayo, el cabildo, la gesta de quienes nos dieron Libertad, no empieza ni termina con una emancipación o una disputa territorial. Nuestros próceres no dieron su vida por ello. En Palabras de Lebensonh: “¿Quisieron los fundadores de la nacionalidad segregarse de España para crear simplemente  un país más? Otra es, por fortuna, la magnitud de nuestra revolución. Su grandeza reside en el aliento universal que la posee, es la decisión de confundir en un ideal nacional, el ideal de enaltecer la condición del hombre…”

Así, San Martín en Chile y Perú, no conquista, no anexa, no somete. Libera, con mayúscula, y define la “causa argentina” como la “causa del género Humano”. Con esto, el 25 de Mayo en Argentina es una revolución de Justicia, Dignidad, Humanismo y Libertad, que le tiende la mano a la humanidad para su desarrollo pleno en igualdad y paz. Estas ideas inspiraron y dieron vigor a nuestra patria,  distinguiéndola, y nos exigen para ser buenos argentinos, para ser verdaderos patriotas, defenderlas y sostenerlas siempre. Antes de que estos principios rectores la enaltecieran, no existía la Argentina. Existía solo la colonia!

Los 10 puntos que presenta el presidente son casi una caricatura de la libertad, la versión la Billiken de las ideas de la Revolución de mayo. Son la supresión de los altos ideales patrióticos, es la rendición a la superficialidad de like, del reel, del individualismo exacerbado… es la colonia.

Es cierto que no todos los partícipes del cabildo perseguían grandes ideales, algunos no albergaban en su corazón la justicia, la soberanía y la libertad, solo querían poder comerciar sin restricciones, no querían en definitiva dejar de ser colonia, querían solamente obtener mejores réditos personales. Siempre existió esa dicotomía, esa mersa en la revolución, esa oligarquía enemiga de la de la patria, enemiga de San Martin Y Belgrano.

Ninguna Nación se creó en base fundamental sobre el derecho a la propiedad privada (que lógicamente sostenemos), y no puede ser, en nuestra realidad jurídica, un desvelo, ni puede ser el primer punto de un pacto espurio de refundación nacional, que niega su historia, retrocede sobre los derechos laborales, desfinancia escuelas y universidades, persigue científicos, pensadores y actores de nuestra cultura.

Por el contrario, las luchas por la igualdad, la justicia y la libertad, su cultura, su educación, su ciencia, sus valores éticos y humanos los que engrandecen a las Naciones, allí siguen en su esfuerzo el progreso económico del conjunto y no de un puñado de inescrupulosos amigos del poder. La verdadera Libertad, la de San Martin, comprende todas las dimensiones de la dignidad de las personas, y no se agota en el “libre” mercado, sino por el contrario procura encontrar el equilibrio entre sus diversos aspectos. Entiende a la economía, no como un fin en sí mismo, sino como un medio para garantizar los ideales de la nación, las necesidades y deseos individuales y colectivos, los derechos, las obligaciones, la justicia social, y para ello ha de contar con un estado que garantice la concreción real de todas esas aspiraciones y conquistas, en particular la gran constructora de la libertad, que es la educación. En palabras de Mariano Moreno y Manuel Belgrano, la necesidad absoluta de ilustrar, de vulgarizar los derechos, de construir y difundir nuestra cultura nacional, para no caer en la desgracia de “mudar de tiranos sin destruir la tiranía”. 

La intención de quienes pretender “refundar” la patria no es inocente, al vaciar la Libertad de su verdadero contenido, es parte del mismo ideario que pretende achicar la participación política, terminar con su educación, su ciencia y su cultura, persiguiendo ese sueño colonial de la oligarquía economicista desprovista de valores y humanidad. Esa oligarquía que nacimos para combatir, en 1810 o 1890 o en 1983. Sin por ello lavar la culpa de políticos y dirigentes corruptos y que no han estado a la altura, o se han dejado conquistar por el calor del poder que deberían rechazar. 

Por todo esto no podemos adherir al pacto anti-argentino, de corte meramente pragmático y unitario que propone el oficialismo, ajeno a nuestra historia y espíritu nacional, con la excusa de que un supuesto futuro mejor lavara las culpas de las claudicaciones éticas y de los crímenes. Por el contrario, nos debemos un pacto con nosotros mismos y con el pueblo argentino, para devolver a la construcción política a su lugar y volver nosotros a nuestra causa. Necesitamos una nación en paz, transparente, conducida con honestidad, austeridad y justicia, donde la igualdad, la educación, la empatía y las posibilidades de desarrollo sustentable sean reales fuentes de Libertad. 

(*) Agustín Buschiazzo 

Paraná, 25 de mayo de 2024.

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